Discursos

ALBERT R. RAMDIN, SECRETARIO GENERAL ADJUNTO DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
PARA CONSTRUIR UNA CULTURA DE PAZ Y PREVENIR CONFLICTOS EN EL GRAN CARIBE. PRESENTACIÓN REALIZADA POR EL EMBAJADOR ALBERT R. RAMDIN, SECRETARIO GENERAL ADJUNTO DE LA OEA. SEMINARIO REALIZADO EN COLABORACIÓN CON: AEC / HRI / UNESCO / FLASCO / CRIES / PNUD / CEPAL

22 de septiembre de 2005 - Santo Domingo, República Dominicana


Para construir una cultura de paz y prevenir conflictos en el Gran Caribe

Introducción


Al contemplar el panorama mundial y presenciar situaciones de guerra, malestar social y conflictos étnicos, crecientes oportunidades económicas y degradación ambiental, es evidente que es más importante que nunca enfrentar los temas de paz y conflicto.

En vista de la dinámica y los desafíos mundiales y hemisféricos, creo que es oportuno y pertinente reexaminar y definir más detenidamente, la función que las organizaciones regionales, multilaterales e intergubernamentales, pueden y deben desempeñar para construir y mantener la paz y la seguridad.

Es teniendo presente este concepto que felicito a los organizadores y especialmente a la Asociación de Estados del Caribe (AEC) por convocar esta importante conferencia y por invitar a la OEA a participar en este debate de fundamental importancia, sobre cómo prestar asistencia a la región más eficazmente a fin de prevenir conflictos, resolver conflictos y construir la paz.

La Asociación de Estados del Caribe es, en mi opinión, una institución importante que puede respaldar los procesos fundamentales de desarrollo en los Estados miembros y espero que la colaboración entre la OEA y la AEC se fortalezca, no solamente en el aspecto de resolución de conflictos, sino también en relación con las otras responsabilidades y mandatos de la AEC.

En mi opinión, la construcción de una cultura de paz que haga posible una cultura de vida, exige más que la búsqueda de soluciones inmediatas para los problemas o conflictos actuales. Es necesario comprender el nexo entre paz, seguridad y desarrollo. Nos obliga a buscar las causas subyacentes tras los conflictos. En pocas palabras: ¿Que lleva a la gente a dividirse y porqué? Se necesita también la voluntad y el compromiso político al más alto nivel, tanto del poder ejecutivo como del legislativo, en cada uno de los países.

Sin dejar de tener en cuenta la existencia de conflictos entre los estados en relación con disputas territoriales y marítimas y la necesidad de resolverlas, quisiera, en la presentación de hoy, concentrarme en los conflictos internos de los estados.

Durante la década pasada, las organizaciones internacionales y regionales se han visto cada vez más preocupadas con los conflictos sociopolíticos internos de los estados. Por lo general, tales conflictos tienen serias repercusiones regionales e internacionales en materia de seguridad.

A menudo, las situaciones de conflicto son muy complejas como para que se den respuestas unidimensionales, demasiado amplias y entrecruzadas para que un país trate de enfrentarlas por sí solo o aisladamente.

El fortalecimiento de la cooperación multilateral es el método más obvio para responder a las amenazas que actualmente afectan la estabilidad democrática y la seguridad regional en el hemisferio occidental. Muchos creen que el multilateralismo está pasando por una crisis, opinión que no comparto. Admito que se puede y que es necesario hacer mucho más, pero se ha logrado mucho en los últimos años, en el contexto multilateral, a lo cual nunca se hubiera llegado sin la cooperación de los estados. Para los nuevos dirigentes de la OEA, la OEA es el vehículo principal para el debate de asuntos que preocupan a los estados miembros y el debate brinda la oportunidad de actuar de manera colectiva y de crear consenso. Creo, con toda franqueza, que ningún país en el hemisferio occidental querría perder o menoscabar esta oportunidad.

A medida que las amenazas se vuelven más complejas e interrelacionadas, es necesario que nuestra cooperación sea más eficaz, permitiéndonos a todos, de esa forma, responder más rápidamente a las amenazas que se están desarrollando en el mundo y en la región.

Al mismo tiempo, reconocemos que determinadas amenazas que, por su manera de manifestarse, su alcance y sus objetivos, pueden ser excepcionales, exigen una respuesta específica en cada caso. Por consiguiente, es necesario evaluar las amenazas actuales con realismo. Las reacciones exageradas a las amenazas que se perciben o se imaginan podrían generar nuevos tipos de inestabilidad y afectar adversamente al sistema internacional.

Sin duda, los estados miembros, las organizaciones, así como las organizaciones de la sociedad civil, tales como las que están representadas aquí en el día de hoy, tienen una importante función que cumplir y deben estar dispuestas a tomar la iniciativa en el fortalecimiento de los gobiernos democráticos y en la promoción de la resolución pacífica de los complejos problemas que enfrentan los distintos países y subregiones de nuestro hemisferio.

Seguridad regional

Las tensiones sociales y económicas, la pobreza, la persistente desigualdad e injusticia social, las rivalidades étnicas y el impacto de las migraciones dentro de la región, entre otros aspectos, han puesto al descubierto fallas de fondo en muchos países del Gran Caribe y del hemisferio en su conjunto.

En las Américas, observamos que en muchos países los valores básicos que sostienen la cultura política democrática se han desgastado debido a que las instituciones de los estados no han sido capaces de prestar servicios básicos y de satisfacer las necesidades sociales de importantes sectores de la población. El descontento cívico, el cual, dentro de un esquema democrático, se traduce en disturbios e inestabilidad de gran magnitud y perjuicio, ha forzado a dirigentes constitucionalmente elegidos a renunciar prematuramente a sus cargos. Durante los últimos años, más de siete jefes de estado se han visto forzados a dimitir, a consecuencia de las presiones democráticas no parlamentarias. Esta tendencia exige un estudio y un análisis a fondo y presenta un nuevo desafío en el sistema interamericano.

En consecuencia, en algunos estados de la región, la gobernabilidad democrática se está poniendo a prueba. Otros problemas, tales como el tráfico de drogas ilegal internacional, el aumento alarmante de las pandillas organizadas y de la criminalidad y el tráfico ilegal de armas agravan estos problemas y obligan a los gobiernos a concentrarse en medidas a corto plazo, en vez de en objetivos de desarrollo estratégicos.

Es por eso que no nos sorprende que, durante los últimos años, el concepto de seguridad se haya ampliado en nuestro hemisferio. Si bien todavía abarca las amenazas tradicionales, después de la Declaración de Bridgetown, adoptada durante la Asamblea General de la OEA del 2001, celebrada en Barbados, el paradigma de la seguridad se ha ampliado apropiadamente como para incluir otras amenazas no tradicionales, tales como la pobreza, el tráfico ilícito de drogas, las enfermedades transmisibles, la delincuencia organizada transnacional, los actos de terrorismo, el tráfico de seres humanos, la destrucción del medio ambiente y los desastres naturales.

La nueva agenda en materia de seguridad hemisférica define estos problemas como:”amenazas transnacionales” a la paz y a la seguridad y aunque sus efectos se sienten ante todo a nivel nacional, los países de la región están cada vez más conscientes de los “efectos indirectos”, que atraviesan las fronteras.

Una de las verdaderas amenazas para nuestros ciudadanos y nuestras democracias es el crecimiento y las actividades de las pandillas juveniles dedicadas a cometer delitos.

Las estadísticas recientes indican que en Jamaica, por ejemplo, las actividades de las pandillas han aumentado en forma alarmante, de 35 pandillas activas en 1994 a más de 80 en la actualidad.

En América Central y en América del Norte, las pandillas se han ido transformado, de ladrones de barrio en empresas criminales. No necesito recordarles los horribles crímenes cometidos recientemente por pandillas en las cárceles de Guatemala, al tiempo que la presencia y las actividades de estas pandillas afectan seriamente a otros países centroamericanos.

Debemos reconocer que la violencia de las pandillas está vinculada invariablemente a una serie de factores que abarcan desde la pobreza extrema, la deportación, las oportunidades educativas limitadas hasta el deterioro de las condiciones económicas y sociales internas.

Además del terrible costo humano, la violencia pone en peligro la estabilidad política, impide el desarrollo social y desalienta la inversión extranjera en las regiones afectadas, las cuales necesitan urgentemente el desarrollo. Es de suma importancia que las autoridades, los gobiernos y la sociedad civil comiencen urgentemente a tratar las raíces de este fenómeno, para evitar que estas actividades se propaguen aún más.

Además, algunos países de la región del Caribe, tal como Colombia, están sufriendo graves conflictos políticos internos. La OEA apoya el proceso de paz en ese país, estando a la cabeza de la labor de desmovilización y reintegración de los ex paramilitares.

En Haití, un país plagado por innumerables problemas sociales, económicos y políticos, la OEA ha sido firme en su compromiso de trabajar con los principales interesados para que, con el tiempo, el país pueda avanzar.

Entre 1994 y 2004, Haití fue el país anfitrión de tres operaciones internacionales de paz, con un promedio de una por año, que incluyeron dos fuerzas multilaterales, dos misiones dirigidas por la Organización de los Estados Americanos y seis operaciones de paz de las Naciones Unidas, de las cuales cuatro fueron operaciones de paz, una misión de apoyo policial y una misión civil. Sin embargo, a pesar de esa intensiva y prolongada labor en un pequeño país de siete millones de personas, sigue siendo difícil conseguir una paz duradera en Haití.

A pesar de todo, la OEA continúa comprometida a ayudar a Haití a instaurar un gobierno democrático estable. Actualmente, nuestra Organización, junto con el gobierno interino de Haití y las Naciones Unidas está trabajando más arduamente que nunca a fin de fortalecer el sistema democrático de Haití, mediante el establecimiento de un sistema de registro electoral de votantes, el cual se traducirá no solamente en un proceso electoral libre y justo, sino que también sentará las bases para la creación de un registro electoral permanente libre y justo, por primera vez en la historia de Haití.

A mi modo de ver, las elecciones constituyen solamente un paso hacia la estabilidad, pero el verdadero desafío, será la gobernabilidad democrática, después de las elecciones. En Haití, debemos promover un ambiente de diálogo nacional, consenso, reconciliación y compromiso, para apoyar la aceptación de los resultados de las elecciones por parte de todos. No podemos permitir que gobernantes y partidos políticos que no estén dispuestos a aceptar el resultado de las elecciones, pongan en peligro la gobernabilidad democrática. Los haitianos tienen la llave de su propio futuro y deberían estar al frente de esta labor encaminada a recomenzar la construcción de una sociedad que sea estable y tenga la oportunidad de crecer y prosperar. La comunidad internacional ha reafirmado recientemente su apoyo a Haití, en ocasión de la reunión del “grupo básico” (Haiti Core Group), encabezado por el Secretario General Kofi Annan.

El rol de la OEA en la resolución de conflictos

Como el órgano político regional más antiguo del hemisferio, la Organización de los Estados Americanos, ha jugado un papel fundamental en la resolución de conflictos tanto entre estados miembros, como dentro de los mismos. No obstante, en los últimos años, la OEA se ha concentrado intensamente en perfeccionar su enfoque con respecto a estos problemas de diversas maneras.

En el año 2004, la estructura de organización de la OEA sufrió cambios importantes. La creación de la Oficina para la Prevención y Resolución de Conflictos (OPRC), dentro del Departamento de Asuntos Democráticos y Políticos tuvo especial importancia.

Esa nueva Oficina heredó las diversas experiencias de la organización en la reconstrucción posterior al conflicto. La construcción de la paz y el fortalecimiento de la democracia se desarrollaron a lo largo de un período de doce años. Lo que hemos aprendido mediante esas experiencias es fundamental para nuestra labor futura.

Debemos crear nuevos modelos de democracia más avanzada basados en la colaboración y la participación, que promuevan la resolución pacífica de controversias, el diálogo entre las figuras políticas, la creación de un consenso y la colaboración a través de todos los sectores que participan en la elaboración de los planes de acción públicos.

Creemos que podemos ayudar a los países a fortalecer sus gobiernos democráticos, mediante el desarrollo de la capacidad nacional de entablar un diálogo constructivo y de ayudar a los países a encontrar formas de institucionalizar la prevención de conflictos y los mecanismos de resolución dentro de sus estructuras actuales.

Esta es una de las formas de apoyo más estratégicas que la OEA puede ofrecer al hemisferio.

La experiencia de la OEA en el fortalecimiento de la democracia, ha permitido que la Organización actúe como facilitador y a veces como negociador, en muchas crisis políticas importantes de la región. Los programas y misiones que la OEA llevó a cabo tuvieron un impacto político importante, en situaciones que abarcaron tanto violencia política explosiva como conflictos de menor intensidad.

Como la principal organización regional, la OEA continuará prestando asistencia para facilitar la resolución de conflictos, conforme al enfoque adoptado en Haití, Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia, entre otros. Con este propósito, la OEA ha desarrollado varios instrumentos y ha recibido mandatos de gran alcance, tales como aquellos que se expresan en la Carta de la OEA, cuyos objetivos son: la paz, la justicia, el desarrollo y la justicia y la Carta Democrática Interamericana, entre otros. La Organización puede trabajar para establecer los principios, de acuerdo a los cuales las instituciones subregionales adopten esos nuevos modelos para construir la democracia y promover eficazmente una cultura de paz, mediante la prevención de la violencia.

A mi modo de ver, es esencial que los organismos regionales tales como la OEA continúen dedicándose a esa labor diplomática y funcionen como honestos intermediarios en la resolución y el manejo de los conflictos políticos.

A pesar de los recursos limitados, la OEA ha sabido cultivar asociaciones de cooperación con otros participantes subregionales, a fin de enfrentar eficazmente los desafíos actuales. Es nuestro parecer que las asociaciones estratégicas surten efecto, dado que ofrecen la oportunidad de hacer un fondo común de recursos, experiencia e impacto.

En la región del Gran Caribe, la OEA puede trabajar con AEC, CARICOM y con otros organismos subregionales hacia la creación de un enfoque basado en la asociación, para establecer una agenda política en común sobre temas tales como migración, desarrollo sostenible, mitigación de desastres naturales, desarrollo y seguridad humana, todos temas que no solamente son muy preponderantes, sino de gran importancia para los países que abarca el Gran Caribe.

Reconocemos que una sociedad estable es un requisito previo para lograr el crecimiento sostenible y el desarrollo económico. La construcción de la paz y la gestión pacífica de conflictos son, por consiguiente, fundamentales para el desarrollo nacional y para el progreso regional.

En última instancia, la verdadera prueba sobre la cooperación hemisférica hacia la construcción de una cultura de paz dentro del hemisferio y de las subregiones, radica en la manera como los estados miembros puedan trabajar juntos para promover y fortalecer los gobiernos democráticos en aquellos países que enfrentan fracasos políticos extremos, dentro de los entornos democráticos establecidos.

Recomendaciones

Permítame destacar algunas recomendaciones que considero fundamentales para el fortalecimiento del sistema interamericano en el sector de diplomacia preventiva y prevención anticipada de conflictos.

Creo que el intercambio regular y sistemático de información y experiencias entre las organizaciones subregionales y regionales es fundamental para comprender los conflictos actuales en su contexto total, así como para tomar nota del mecanismo de respuesta que se establece y su funcionamiento en la resolución de estas crisis. Tal vez debería considerarse la posibilidad de establecer una red virtual hemisférica, en la cual pueda anunciarse esta información.

¿No sería ideal contar con un sistema que nos pueda informar sobre la inminencia de conflictos en nuestro hemisferio, de manera que una respuesta a tiempo, proactiva y centrada pueda mitigar el efecto negativo de estos acontecimientos?

Estando totalmente consciente de la sensibilidad política que existe en torno a asuntos de esta naturaleza, creo que el intercambio de información, el seguimiento de los tendencias socioeconómicos y el análisis estratégico de factores fundamentales pueden ofrecer al sistema multilateral una indicación sobre dónde se necesitará asistencia.

Para poder adelantarse a las crisis de manera efectiva, la OEA y otros deben realizar análisis sociopolíticos fieles y oportunos sobre los hechos importantes que están ocurriendo en los distintos estados miembros. En estos momentos, estamos estudiando los mecanismos se podrían usarse para suministrar información confiable, promover la cooperación técnica y ayudar a los estados miembros a tomar medidas que alivien los problemas sociales, así como para lograr que las poblaciones locales tomen conciencia del valor y trabajo de la OEA.

Creo firmemente en la creación de un enfoque estructural para la creación de un ambiente dentro de las sociedades, en el cual los conflictos puedan minimizarse y en este sentido, la educación es de suma importancia. Para hacer posible una cultura de democracia y paz, debemos educar constantemente a toda la gente acerca de los valores democráticos y la función de las instituciones democráticas. Creo que debemos incluir esto en los programas de estudio de nuestros jóvenes estudiantes. Debemos enseñarles a nuestros hijos cómo enfrentar la competencia, que está bien perder y que el ganador debe respetarse y que habrá otra oportunidad para competir. Debemos enseñarles esta forma de trato social tempranamente, de manera que se convierta en un comportamiento totalmente natural.

En esta materia obligatoria en las escuelas, debemos promover también un mejor acuerdo y una mejor comunicación entre las civilizaciones, impulsando el respeto y la aceptación de las normas y valores de otras culturas. Muchos de los conflictos a nivel individual o a nivel de grupo surgen por falta de conocimiento y, por lo tanto, de respeto, a los valores culturales de los demás, a menudo indígenas, trabajadores migrantes y otras minorías étnicas.

En mi opinión, todos los integrantes de la sociedad juegan un papel en la creación de este ambiente conducente a la coexistencia pacífica. En especial, aquellas organizaciones e instituciones que actúan a nivel comunitario, podrían transmitir estos objetivos y lograr que se entiendan a nivel de pequeños grupos locales. Los gobiernos y el sector privado deben facilitar este proceso, puesto que les conviene crear una sociedad estable y que atraiga la inversión y la producción.

Estoy convencido de que esta reunión, patrocinada por la AEC, UNESCO y PNUD y por todas las otras organizaciones socias participantes, ofrecerá el espacio para dialogar y actuar en esta importante materia. Hago un llamado a los dirigentes de las organizaciones aquí presentes para que busquen maneras de ayudar a la comunidad interamericana de naciones a promover un enfoque más proactivo y eficaz para prevenir conflictos en el hemisferio.

Deseo finalizar haciéndolos partícipes de esta reflexión personal.

Vivimos en un mundo que ha cambiado en forma drástica y rápida en la manera como vivimos y nos comunicamos, debido a las innovaciones tecnológicas. Y recibimos a diario nuevos instrumentos para facilitar nuestras vidas. Al mismo tiempo, debemos darnos cuenta de que casi todas las generaciones, a lo largo de los últimos doscientos años han vivido en un clima de miedo, conflicto y guerra.

Podríamos preguntarnos: ¿Dónde se encuentra la moral superior que supuestamente acompaña a las civilizaciones de nivel superior? ¿Qué pasó con los nobles objetivos de abogar por la paz y la solidaridad, el respeto y la concordia? Estas son preguntas básicas que deben formularse y tratar de analizarse, con el objetivo de encontrar modos perdurables de asegurar la paz.

El famoso cantante Indio Mohammed Rafi, que cantó más de 25,000 canciones en distintos idiomas de la India, tanto hindú como de orientación musulmana, propiciando un acercamiento entre dos importantes civilizaciones y religiones mundiales, cantó una vez en inglés:

“Aunque somos de naciones diferentes,
Compartimos una tierra, un cielo y un sol,
Recuerden Amigos, el Mundo es Uno!”


Y continuó…

“No queremos odio ni pelea
Ya que nacimos para amor y vida”.


La verdad de estas palabras es tan fundamental como simple y sin embargo, continuamos peleándonos y entrando en guerras que cuestan vidas, usando recursos de capital escasos y matando en lugar de preservar la vida y creando profundos daños sociales, psicológicos y materiales.

Debemos comprender que, a la larga, no tenemos opción: todos tenemos que vivir en el mismo lugar, ya sea en nuestro vecindario, nuestro pueblo, nuestras ciudades, nuestros países o en el mundo entero y debemos compartir los mismos recursos, de manera que al final, la coexistencia pacífica será la mejor opción para todos.

Tenemos realmente la enorme responsabilidad de crear cambios, de construir paz. Debe restaurarse la confianza en el sistema democrático mediante el liderazgo cívico y político de cada uno de los países del hemisferio, con el apoyo de organizaciones tales como la OEA, CARICOM, la AEC, UNESCO, PNUD y otras.

La OEA está pronta para trabajar con ustedes hacia la construcción de una cultura de paz y prosperidad para los pueblos y las naciones de las Américas.

Y es en este espíritu de cooperación y solidaridad que les deseo una conferencia provechosa y estaré a la espera de los resultados del debate.

Les agradezco vuestra atención.