Discursos y otros documentos del Secretario General

EN LA INAUGURACIÓN DEL CONGRESO INTERNACIONAL “DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA” EN REPÚBLICA DOMINICANA

24 de octubre de 2024 - Santo Domingo, República DOminicana

Señor Presidente Luis Abinader,

señor Presidente del Tribunal Supremo Electoral, Magistrado Ignacio Pascual Camacho,

señor Presidente del Senado,

magistradas, magistrados, autoridades, amigas, amigos, colegas, señoras y señores,

Es un honor para mí participar en la apertura del Congreso Internacional "Democracia en América Latina", aquí en la República Dominicana.

Definitivamente, cuando hablamos de democracia, la entendemos como un proceso, como una construcción que hacemos permanentemente y que requiere más instancias de diálogo y escucha que de conferencias. La democracia implica un permanente ida y vuelta entre la ciudadanía, entre los ciudadanos y ciudadanas, las instituciones, y las personas a cargo de las instituciones y autoridades. La democracia, obviamente, también tiene que ser fuerte y ser capaz de defenderse a sí misma. La democracia que más duró en el tiempo fue la democracia ateniense, que prácticamente existió durante 500 años. Era una democracia de ciudadanos que discutían los temas de interés público. Esta democracia sufrió un golpe duro con la derrota de Atenas ante Esparta, y aunque se sostuvo con algunos cambios, fue afectada definitivamente. Con la derrota de Atenas ante Filipo de Macedonia, la democracia dejó de existir en el mundo.

Lo que llevamos ahora son 300 años de procesos democráticos, 200 años en América Latina. Prácticamente todas nuestras naciones surgieron a la vida independiente como democracias, con algunas excepciones. Estas democracias han tenido altibajos, han sufrido golpes y retrocesos duros, y han tenido que reajustarse a la dinámica de los tiempos. Muchas veces han dejado sin resolver los problemas de la gente y de la ciudadanía, quizás porque a veces nos olvidamos de que la democracia no es un instrumento de poder, ya que el poder debe ser alternado y dejado. Es un instrumento de convivencia, la mejor convivencia política y social entre los distintos actores de la sociedad.

Es un momento crítico para nuestro hemisferio, ya que los valores y principios democráticos se ponen en duda debido a los resultados que se alcanzan en nuestros países, sin entender que eso no es culpa de la democracia. La impericia, la incapacidad de gobernanza y los problemas estructurales de los sistemas políticos no son problemas de la democracia. Es como decir que la criminalidad representa un fracaso del Código Penal. La democracia es simplemente un instrumento para resolver nuestros temas sociales, y debemos ser eficientes al ejecutar la gobernabilidad y la gobernanza.

Esta letanía de quejas que escuchamos sobre el desencanto con la democracia está más relacionada con cómo se juzga una gestión de gobierno, pero no debería trasladarse a cómo juzgamos un sistema de convivencia social que nos permite a todos y todas expresarnos, dar nuestra opinión, ejercer la soberanía a través del voto, y alternar el poder y el gobierno. La democracia debe apelar permanentemente a nuestras conciencias, y nosotros debemos responder de manera consciente a los desafíos que enfrentan nuestros sistemas políticos, sociales y jurídicos.

En América Latina, hay una tendencia marcada a generar condiciones de incertidumbre: incertidumbre jurídica, social, económica, entre otras. A menudo, estas incertidumbres se generan de la nada, como resultado de acciones humanas que atacan los principios fundamentales de la democracia, como el estado de derecho democrático, la separación de poderes, la rendición de cuentas y las elecciones libres y justas. Los ataques a estos principios generan incertidumbre en todos los aspectos de nuestras sociedades.

La democracia en nuestra región ha sido víctima de varios ataques. En América Latina, uno de los mayores desafíos ha sido la cooptación de los poderes judiciales y electorales, así como los ataques a la libertad de expresión. Nuestra región es la que más muertes de periodistas ha registrado, la que sufre más violencia en procesos electorales y la que está más afectada por el crimen organizado, que impacta los sistemas políticos y electorales. Además, hemos visto cómo la integridad de la información ha sido erosionada por la propagación de noticias falsas, especialmente en esta era digital.

Este fenómeno es particularmente relevante hoy, ya que las noticias falsas se difunden a una velocidad y magnitud que antes no conocíamos, borrando la línea que separa la verdad de la mentira. Esto afecta gravemente el diálogo social y político que propugna la democracia. La integridad de la información es uno de los pilares fundamentales de la libertad de expresión y, por ende, de la democracia.

En la Secretaría General de la OEA, hemos trabajado estrechamente con el Tribunal Superior Electoral y la Junta Central Electoral de la República Dominicana en este tema. El año pasado, por ejemplo, organizamos un taller para el personal de la Junta con el fin de fortalecer sus capacidades en la lucha contra la desinformación. Además, es fundamental que la sociedad desarrolle anticuerpos contra la desinformación, y el mejor antídoto es la educación.

Hoy también enfrentamos un desafío tecnológico significativo:

el avance de la inteligencia artificial. Estas tecnologías pueden ofrecer soluciones innovadoras para la gestión y transparencia electoral, pero también presentan riesgos considerables. La inteligencia artificial podría utilizarse para crear campañas de desinformación sofisticadas, capaces de manipular la opinión pública y polarizar a la sociedad. Es crucial que aprovechemos estas tecnologías para fortalecer nuestras democracias y asegurarnos de que sus beneficios no sean utilizados por los enemigos de la democracia.

Debemos crear marcos claros que regulen el uso de la inteligencia artificial en el ámbito electoral, garantizando la transparencia de los algoritmos y la protección de los derechos de los votantes. Al mismo tiempo, debemos abordar el impacto del crimen organizado en nuestras democracias. La violencia política y el dinero del crimen organizado han permeado nuestros sistemas políticos, afectando a los partidos, las instituciones y los ciudadanos.

Esta violencia estructural ha erosionado gravemente la democracia, el estado de derecho y el desarrollo de nuestros países. La intimidación y el miedo no deben tener cabida en nuestras sociedades, ya que son los principales instigadores del conflicto y la polarización. La libertad, la educación y la fortaleza de las instituciones son esenciales para erradicar este problema.

Es imprescindible que trabajemos juntos, tanto en el ámbito nacional como internacional, con organismos financieros y actores clave, para reactivar los círculos virtuosos de confianza democrática. Las amenazas a la democracia deben ser enfrentadas por autoridades electorales autónomas, con decisiones basadas en la Constitución y la ley, y con el apoyo de la ciudadanía. Nunca debemos permitir que la democracia se erosione desde dentro, ni utilizar instrumentos no democráticos para defenderla.

Las instituciones deben ser inclusivas, capaces de ofrecer soluciones a los problemas estructurales de pobreza y desigualdad que aún afectan a nuestra región. Aún llevamos el estigma de ser una de las regiones más desiguales del mundo, lo que dificulta el funcionamiento pleno de nuestras democracias. Promover la transparencia y la integridad en nuestras instituciones es clave para asegurar que todos se sientan representados.

Finalmente, quiero felicitar a República Dominicana por ser el primer país en recibir al grupo de alto nivel para el fortalecimiento de la participación política de las mujeres, y por su compromiso en la incorporación de la perspectiva de género en las instituciones electorales. Esta iniciativa demuestra que el diálogo y la colaboración son esenciales para encontrar soluciones a los desafíos que enfrenta la democracia.

La democracia es un destino que puede torcerse, como hemos visto en algunos países de la región. Por eso, es esencial fortalecerla y trabajar en su construcción día a día. No es admisible en ningún caso ninguna alteración del orden constitucional. Aquellos que perpetran estos actos siempre encontrarán la oposición de los demócratas del continente.
Gracias a todos por su atención y por permitirme dirigirme a ustedes hoy.