24 de enero de 2025 - Washington, DC
Cada 27 de enero conmemoramos la liberación del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau en 1945. Esa fecha fue oficialmente proclamada, en noviembre de 2005, como el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
Ese es precisamente el motivo que nos convoca hoy. En esa misma resolución por la que se creó este día de recuerdo, se rechaza cualquier forma de negacionismo; se pide que se preserven los lugares utilizados por los nazis durante el Holocausto; y se condena toda forma de intolerancia y violencia religiosas y étnicas. Es imperativo reafirmar hoy esos principios.
Las lecciones del Holocausto impulsaron al mundo entero a establecer nuevos parámetros de protección de la dignidad humana y a construir una institucionalidad que la garantice.
El horror de ese periodo nos permitió confirmar que el antisemitismo no sólo es un crimen contra los judíos, sino contra la sociedad en su conjunto, contra la democracia.
Dentro del Sistema Interamericano se han impulsado esfuerzos en esta línea, como la Convención Interamericana contra Toda Forma de Discriminación e Intolerancia, cuya ratificación seguimos promoviendo entre los Estados Miembros de la OEA.
El Holocausto es el trágico hito histórico que debía convertirse en el recordatorio permanente de lo que no puede repetirse. Pues hoy no estamos seguros que ese compromiso de “Nunca Más” se mantenga. Asistimos consternados al avance de actitudes y acciones antisemitas en diversas latitudes, incluido el brutal ataque del 7 de octubre de 2023.
Si bien el Holocausto es nuestra referencia conceptual ineludible, es nuestra obligación denunciar otras formas de antisemitismo propias del siglo XXI, más sutiles e insidiosas, pero igualmente malignas.
Una es el negacionismo, que mencioné anteriormente. Otra es el llamado “antisionismo”, una posición política que niega al Estado de Israel el derecho a su existencia y aún aboga por su desaparición. Constituye una forma de genocidio antisemita, en tanto dicho Estado es desde 1948 el hogar de una nación en una diáspora milenaria.
El terrorismo se puede constituir en una forma de antisemitismo a través del ataque y de los atentados como los que hemos sufrido en las Américas, como por ejemplo la embajada de Israel en 1992, el atentado a la AMIA en 1994 y el asesinato del fiscal de estos crímenes, Alberto Nisman, en 2015. Así como el atentado en Panamá, la explosión del avión Alas Chiricanas el 19 de julio de 1994, un día después del atentado a la AMIA.
Estas células terroristas han sido detectadas en regiones con un aumento de las actividades ilícitas, entre ellas el tráfico de drogas y personas, y el lavado de dinero.
Para combatir esas formas de antisemitismo, durante mi mandato creamos la Oficina del Comisionado de la OEA para combatir el antisemitismo. El Comisionado Fernando Lottenberg que hace un trabajo imprescindible en denunciar actos antisemitas y en mantener presente la necesidad de combatir el antisemitismo todos los días.
El problema adicional que enfrentamos es que las dictaduras de nuestra región tienen estrechas relaciones con el régimen fundamentalista iraní y varias de sus agencias operativas. En esas autocracias, el antisemitismo es visible y tolerado, si no explícitamente fomentado.
Debemos recordar la tragedia del Holocausto para que nunca se repita. Luchar hoy contra el antisemitismo y contra el terrorismo, es luchar por la democracia y los Derechos Humanos. Al fin y al cabo, es una lucha por la paz y la dignidad.